Asquerosamente rico (y despreciable)

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Hace unos días que terminé de ver el documental del caso de Jeffrey Epstein, que se puede seguir en Netflix. He esperado para que las sensaciones de injusticia, pena y rabia se integraran un poco y poder ponerme a escribir sobre ello con cierta calma. Que no tiene por qué ser el mejor estado.


Jeffrey Epstein. Documental Neftlix

Jeffrey Epstein, billonario norteamericano con poder y contactos (amigo del principe Andrés de Inglaterra conectado con su caso no resuelto de violación). Mansiones en Nueva York, París, Palm Beach, aviones, isla privada, el lote completo.

Este Ser (término acuñado por Rocío Carrasco de la que quizás escriba otro día, o no. Vaya por delante que yo te creo, sin fisuras ni “peros”), decía, este Ser creó junto con su pareja Ghislaine Maxwell una red piramidal de violación de mujeres, en su mayoría menores de edad. Las niñas pertenecían a entornos de familias empobrecidas, con padres con problemas de drogadicción o encarceladas. Algunas de ellas fugadas de sus casas y también algunas con historias previas de violaciones. El depredador se sirve de la pobreza, de la culpa y de la vergüenza de sus víctimas.

“hacerte cosas que un hombre nunca debería hacer a una mujer”

El gancho era pagarles 200 dólares por acudir a su mansión de Palm Beach a hacerle un masaje. A algunas les prometía pagarles estudios y carrera. Una vez que las niñas y jóvenes entraban en la sala de masajes les pedía que se desnudaran y a partir de ahí podría pasar cualquier cosa, según su antojo, desde masturbarse hasta, como define una de las supervivientes, “hacerte cosas que un hombre nunca debería hacer a una mujer”.

El documental recoge los testimonios de varias valientes mujeres supervivientes. Algunas de ellas además de ser violadas fueron manipuladas hasta el extremo de ser ellas las que le buscaban y atraían nuevas víctimas.

Una sociedad maltratadora

Para mí, lo más estremecedor no son los relatos de los abusos sino, una vez más, la descripción de una sociedad que agrede y maltrata y que perpetúa los abusos y las violaciones a través del capitalismo voraz, el machismo, un sistema policial y de justicia corrupto que durante años no atiende y oculta lo que está pasando. Una sociedad negligente que no escucha ni atiende a las víctimas.

Y desde mis gafas de psicóloga que filtran el mundo desde el apego, el trauma y el sistema nervioso este documental sirve para comprobar cómo el trauma de apego, que se vislumbra de las historias de infancia, destroza la identidad de las mujeres, desactiva los recursos esenciales de protección y tritura la capacidad de regulación del sistema nervioso. Asistimos a relatos de niñas llevadas a ese punto en el que sienten que no valen, que no son nadie. Para algunas la atención de un depredador sexual se convierte en un vínculo de seguridad y en la única vía de supervivencia.

Desconectarse de todo para sobrevivir

Dos de las supervivientes, mientras estaban siendo violadas, visitaron con sus hermanas pequeñas a esta pareja con el mismo gancho, dinero y estudios. No saltaron sus alarmas. Me pregunto si algo en ellas era incapaz de creerse que ese horror que vivían estaba pasando en realidad y no podían creer que eso fuera a pasarle a alguien más. Pero incluso no se dieron cuenta de que, después de esa primera visita, sus hermanas empezaron a vivir las mismas torturas y se convirtieron también en sus esclavas sexuales.

Desconectarse de todo para sobrevivir. El trauma que anula nuestros recursos sanos de supervivencia, nuestra identidad, nuestra capacidad de sentir, de percibirnos, de ver y sentir a la otra persona.

No hay final feliz

 La historia del Ser termina con un suicidio la primera noche del juicio (algunos dicen que alguien lo asesinó para callarle, era el anfitrión de otras violaciones). Otra victoria del depredador.

El documental termina con las víctimas a las que el juez les permitió hablar a pesar de no existir un acusado. Pudieron contar su horror. Pudieron verse y encontrarse. Un canto final a la sororidad, el apoyo, el cariño y la mirada de otras víctimas. Lo que la justicia y la sociedad no nos puede ofrecer podemos crearlo las personas individualmente si nos encontramos, nos vemos y nos sentimos. Esa mirada amorosa, compasiva y el respeto de los demás nos ayudarán a sentar las bases de nuestra dignidad desde la que poder reparar la devastación del trauma.

Adelaida Navaridas

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